por | May 19, 2025

La película Underground, nos permite asomarnos al espejo roto de una historia que no sólo habla de Yugoslavia, sino que podría hablar de Colombia, de Latinoamérica, o incluso de cualquier rincón de este mundo cada vez más fragmentado por las guerras. Porque, si algo deja claro Kusturica, es que la Historia no siempre es lo que parece.

Lo que más me incomoda es la idea de que la verdad puede ser manipulada al punto de desaparecer. En este mundo actual dominado por las redes sociales, los algoritmos y la velocidad de la información, ¿qué nos garantiza que estamos viendo la realidad? Si una imagen, como nos muestra Kusturica, puede ser reinterpretada, editada, y descontextualizada, ¿cómo no vamos a dudar de todo? ¿De qué se compone entonces nuestra memoria colectiva?

Hay un momento clave en la película donde Iván mata a su propio hermano que resume el absurdo total de la guerra. Y de nuevo, no puedo evitar pensar en Colombia, por ejemplo, lo ocurrido con los falsos positivos, donde jóvenes inocentes fueron asesinados por el propio Ejército para inflar estadísticas. Hermanos matando a hermanos, hijos arrancados de sus familias por ideologías o necesidades impuestas. ¿Cómo sobrevivir a ese tipo de traición? ¿Cómo reconstruirnos cuando incluso la sangre se vuelve sospechosa? ¿Acaso tendríamos que hacer una fiesta y simular que no ha pasado nada o cambiar la historia?

Ello lo vemos en Underground, con su capacidad para usar la farsa, el absurdo y el exceso para hablar de lo que es humano. En medio de todo lo caótico, la música, los animales, las bodas imposibles, los desfiles delirantes… hay una verdad poética. Esa es, tal vez, la única forma de sobrevivir a la Historia: contándola como un cuento, “érase una vez un país…”, sabiendo que todo fue un espectáculo, pero que, en el fondo, lo que duele es real.

A veces pienso que nosotros, como sociedad, necesitamos salir del sótano. Abrir la puerta. Dejar de temerle tanto a la luz. Pero también aprender a mirar esa luz con ojo crítico, sin dejarnos cegar. Porque sí, la Historia puede ser contada por un idiota, pero también puede ser resignificada por quienes aún soñamos con un país distinto.