por | May 21, 2025

Convocatorias artemergente

El segundo capítulo del libro Del arte objetual al arte del concepto de Simón Marchán Fiz, titulado El “pop”, arte de la imagen popular, inicia con la crítica de Herbert Read y otros que acusan al pop art de hacer parte de lo vulgar, aunque reconocen que reflejaba la situación del capitalismo tardío. Es así como se habla de una ambivalencia del término. Por un lado, se refiere al tipo de imágenes populares entre las que se encuentra la publicidad, el cine, los comics, entre otros, y, por otro, se observa como una categoría sociológica implícita en el contexto de la cultura de las masas, en la cual se distribuyen imágenes populares en un entorno que se rige por la sociedad del consumo. 

El arte popular presenta dos aspectos, el arte popular de las masas y el arte popular de élite, el primero se relaciona con las condiciones de producción industrial y el segundo se reproducía según normas artísticas con convenciones estilísticas y simbólicas de las clases dominantes. Este movimiento se relaciona y se sostiene en otras corrientes artísticas como el expresionismo abstracto, el dadaísmo (ready made, fotomontajes y assemblage) y la nueva figuración, al mismo tiempo que emplea nuevas técnicas, configurando afinidades estructurales tanto el lenguaje visual como en el significado, aunque cada influencia es matizada según el contexto geográfico, por ejemplo, en Estados Unidos se resalta una evolución hacia la objetividad y la mecanización, mientras que en Europa subsisten tintes más subjetivos y metafóricos. Los artistas pop adoptan herramientas como el collage, la serigrafía, la repetición y el fotomontaje, técnicas que permiten transformar objetos cotidianos en imágenes artísticas y cuestionar la identidad del objeto representado.  

En lo que respecta a las unidades temáticas y la creación de nuevos íconos, el pop art tuvo un repertorio iconográfico derivado directamente de la sociedad de consumo, incorporando elementos que van desde automóviles y objetos domésticos hasta celebridades y símbolos tecnológicos, permitiendo que estas imágenes cotidianas adquieran una nueva significación en el contexto artístico. Esta apropiación de elementos de la cultura popular crea un lenguaje visual que comunica de manera inmediata la realidad social y económica de la época, utilizando símbolos y mitos que se han convertido en referentes de “status” y de la identidad colectiva. 

Finalmente, el autor hace énfasis en que existe una tendencia del pop art hacia la impersonalización, la objetividad y una neutralidad aparente, debido a que los artistas adoptan una postura que minimiza el trabajo personal y se basa en procesos mecánicos de reproducción, lo que se ejemplifica en las famosas series de Warhol. Esta actitud, que pretende registrar la realidad de forma “objetiva”, sería el reflejo del conformismo y de la integración del arte en los procesos de producción masiva de la sociedad de consumo. Es importante entonces replantearse la importancia del pop art como un fenómeno complejo que contiene cuestiones de identidad, consumo y poder en la sociedad contemporánea, no solamente como una moda estética.